miércoles, 12 de octubre de 2016

El tercer rito: «Matar al ser más querido»

Ninguna novedad que reportar. He continuado mi vida normal, sin tiuques sospechosos ni llamadas inoportunas ni encomiendas abrumadoras. La vida fluye como si ningún maleficiador anduviera detrás de mis pasos. Una idea feliz, pero poco realista. Andan cerca, estoy seguro, aunque solo a ratos perciba su siniestra presencia.

Por mientras intentaré disfrutar de esta aparente calma. Aprovecharé el momento para retomar un tema inconcluso: los rituales antiguos para convertirse en brujo o bruja. La magia ancestral, que está supuestamente prohibida en estos tiempos, pide una última prueba antes de la realización del pacto con la sombra (que, para muchos, sería un cuarto ritual... discutiré ese aspecto en otra entrada): la muerte del ser más querido.

El bosque oscuro del alma
Este ritual final consiste en «matar a un familiar como muestra de su absoluto desligamiento sentimental hacia la parentela» (Marino y Osorio, 2014: p.72). Para la magia actual, este tipo de acciones es aberrante, sin embargo, un kalku que se considere como tal debe haber realizado los tres ritos de magia antigua para recibir una sombra poderosa que le permita llevar su vida al alero de Wekufe, término mapuche que designa el Mal«concebido como una fuerza o un poder que actúa en muchos espacios, pero especialmente en la vida de las personas, a quienes enferma y mata» (Montecino, 2015: p.340). 

Cada rito podría interpretarse como un umbral que debe ser cruzado para encontrar la sombra que habita en cada uno de estos brujos y brujas. Una sombra que es distinta a la que los acompaña en sus andanzas. Una sombra propia, que late en sus corazones. Que los convoca a ser lo que son. Que los impulsa a jugar con otros brujos o con seres humanos comunes y corrientes. Una sombra que se sacia solo haciendo el mal.

El primer rito corresponde al enfrentamiento inicial con la propia oscuridad interior. El makuñ es la prueba visible de ello; se acepta la pulsión de muerte que habita en el alma de cada brujo o bruja y se prueba la sangre por primera vez al matar a una chica virgen para obtener su piel y cabello. El segundo rito representa un nuevo momento de aceptación de esa oscuridad latente. El nuevo nombre que se asume bajo el traiguén es un despertar a esta otra vida, donde se abandona la existencia anterior para asumir una nueva marcada por el deseo siempre insatisfecho de muerte. El tercer rito simboliza la asunción definitiva de la verdadera naturaleza del kalku; una vez que ha matado al ser más querido, no hay retorno posible. Solo queda avanzar en un camino tortuoso en el que triunfa solo quien sepa traicionar mejor.

Esa es la vida de estos brujos y brujas. Nunca confiar. Nunca decir la verdad. Nunca sentir compasión. La única fidelidad es a su sombra (mientras le sirva) y a sí mismos. Un hedonismo perverso que les ha permitido prevalecer a pesar del paso del tiempo y de quienes les han intentado dar caza.

Fuentes consultadas:
-Marino, Mauricio y Osorio, Cipriano. Juicio a los brujos de Chiloé. Santiago de Chile: Ediciones Tácitas, 2014.
-Montecino, Sonia. Mitos de Chile. Enciclopedia de seres, apariciones y encantos. Santiago de Chile: Catalonia, 2015.


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