sábado, 8 de octubre de 2016

Un paquete inesperado

Después de un viaje por trabajo a Los Ángeles (estuve allá desde el miércoles hasta esta mañana), regresé a mi departamento pensando que tendría un fin de semana tranquilo (dentro de lo que se puede esperar para alguien como yo al que siempre le aguardan sucesos inesperados). Sin embargo, una sorpresa me esperaba entre las encomiendas que llegaron a mi domicilio durante mi ausencia. Es usual que reciba paquetes. Por ejemplo, cada cierto tiempo, mi colega y amigo Sergio, o como le gusta que le digan «El señor de los hielos», me envía algún libro sobre brujería que llega, por cosas del azar, a su librería y que considera indispensable para ya mi abultada colección. De hecho, pensé que se trataba de un nuevo libro de su parte, pero al ver el remitente me vino una especie de vértigo del que solo me recuperé al sentarme sobre mi cama y guardar un ceremonioso silencio por unos minutos. Decidido a enfrentar mi destino, abrí con lentitud el envoltorio, midiendo la forma del objeto que contenía, como si se tratara de un artilugio sacado de tiempos remotos y que necesitara de extremo cuidado en su manejo para no ser adulterado. Era un libro. Sí. Un libro. Pero no cualquier libro. Era una copia de Maleficio: el brujo y su sombra, que Loba Ediciones me hizo llegar de manera exclusiva (pues el lanzamiento, lo sé, había sido el jueves 6 de octubre, y todavía no han distribuido el libro en regiones).

Dedicatoria de la autora
Lo primero que noté fue que venía dedicado por la autora, en donde me agradece por la información proporcionada. Seguramente ella no imaginó cuán perturbadoras me parecieron esas simples líneas que sé escribió con otra intención. Hasta este momento había visto mi colaboración como algo privado, confesiones reservadas entre la autora, la editora y yo. Con la publicación del texto, todo se ha hecho público. Si bien sabía que sería así (ambas me preguntaron si podían colocar este blog en las páginas finales, algo que acepté a regañadientes), siento que recién ahora me doy cuenta del lío en el que me metí. Los brujos y las brujas de la organización de Concepción, sin duda, sabrán que soy yo quien está detrás de tal sobrenombre. ¿Qué me harán? ¿Dejarán que siga haciéndoles encargos? ¿Me matarán? ¿O será que revelar parte de sus secretos forma parte de un plan que desconozco? Me vuelve la angustia frente a estas dudas que me acompañan desde hace cuatro años, cuando empecé a frecuentarlos, a realizar sus siniestras peticiones, a presenciar algunas de sus brujeriles acciones. 

No sin cierta curiosidad, leí la novela. Me atrapó de inmediato. Reconocí a los personajes (que para mí no son ficticios sino demasiado reales), reviví ciertos acontecimientos, descubrí los giros de la trama propios de la creación literaria (pues no todo es tal cual sale en el libro, obviamente). Literalmente, me devoré la novela. Hace muy poco terminé. Llevo una media hora sentado en mi cama en silencio, ponderando las consecuencias de mis actos (así lo dice un personaje... Qué terribles me parecieron sus palabras cuando las leí, porque sentí que, a través de ellas, me hablaba a mí también). ¿Qué pasará conmigo de ahora en adelante? Ya no es solo este blog, es también esta novela, el encargo de don Reinaldo Castillo (que todavía no puedo concretar, por temor, sin duda), el tiuque que me persigue (que volvió a seguir mis pasos en Los Ángeles, con lo que corroboré que no estaba muerto como, ilusamente, quise creer), el brujo que siempre me llama cuya voz me encanta y perturba al mismo tiempo, el jefe de esta Nueva Recta Provincia cuya ira caerá, con toda seguridad, sobre mí cuando se entere de todo esto. 

Portada de la novela
No hay salida posible. Mi vida está unida a la de estos brujos y brujas hasta que decidan escribir la última página de mi existencia. En sus manos está mi futuro.

No medí las consecuencias de mis actos... No pensé más allá de mis ganas de mostrar al mundo parte de mi investigación. De que se conociera que poseo la única copia de los Escritos de Salamanca. De que mantengo la memoria de todo aquello que han borrado de las mentes de los incautos, de los periódicos, de los canales de televisión, de documentos oficiales, de registros particulares...

Maliciosa vanidad que me llevará, con toda seguridad, a una muerte temprana y cruel. ¿Qué tipo de maleficio caerá sobre mí? ¡Ay, Sergio! Me lo advertiste. Ahora lo único que me queda es esperar.

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