lunes, 29 de agosto de 2016

¿Por qué escribir este blog?

A poco más de un mes de lanzarse el libro Maleficio: el brujo y su sombra de la autora chilena Claudia Andrade (editado por Loba Ediciones), he decidido comenzar a escribir este blog. Como imaginarán, no puedo revelar mi nombre. Eso sería no solo poner en riesgo mi investigación sino también la vida. Algunos de los integrantes de la organización de brujos y brujas de Concepción (sede de la Nueva Recta Provincia) sospechan de mis intenciones. Incluso es muy probable que uno en particular ya me tenga bajo su poder.

Prefiero no pensar en ello. Saberse "ojeado" por un kalku resulta inquietante, pero a veces el miedo es necesario para atreverse a contar aquello que prometimos no revelar jamás. En todo caso, no soy el único. Otros ya han investigado los secretos en torno a la brujería chilena y han vivido para contarlo. Sin embargo, he ido más lejos que ninguno: sabiendo las zonas que habitan, conociendo las esferas de su magia y visto los resultados de sus maleficios, en vez de mostrarle al mundo su existencia, opté por ayudarlos a mantener su siniestro accionar en penumbras.

Eso hasta hoy. Con este acto, me he convertido en un provocador (o en un loco, no sé). Y el hecho de haber compartido parte de mi investigación con la escritora y editora de la novela en cuestión, especialmente fragmentos de los Escritos de Salamanca, puede traerme más de alguna calamidad.

Espero no sucumbir en esta empresa; de hecho, ya he tomado algunos resguardos, aunque sospecho que no serán suficientes... Como dije en su momento: «Quizás estas revelaciones solo sean parte de una compleja trama elaborada por otro y de quien yo soy solo su ignorante peón». 

Quizás ya esté bajo el embrujo de un kalku poderoso. Quizás todavía no. Y con esa esperanza este servidor inicia estas revelaciones. 


     «San Cipriano, protégeme de brujerías y hechicerías,
        no dejes que me dañen con magia negra,
        ni que me envíen ningún tipo de maleficio, 
        conjuro o mal de ojo.

        Con tus vestiduras, santo mío, cúbreme
        y líbrame de todos los peligros
        que ante mí se presenten o se vayan a presentar».



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