domingo, 23 de julio de 2017

Escondido

Redon me interpreta profundamente.
El brujo del norte me ha dejado ir... No, debo ser más preciso: el brujo del norte espera algo de mí y solo por eso me ha dejado ir. Y aunque mi huida se produjo hace un mes, en pleno aguacero de la noche de San Juan, solo hoy me atrevo a escribir. 

Me gustaría decir que sigo fiel a mí mismo, que continuaré con esta quimera de hablar sobre la Nueva Recta Provincia en este blog, que seguiré indagando en los secretos de las familias de brujos más prominentes de nuestro país... Sin embargo, sería faltar a una verdad que me fue revelada en esta servidumbre forzada: "soy insignificante". Un lacayo. Quizás un aprendiz, aunque no de su arte, ciertamente, porque se me escapa...

Un iniciado... sí, esa es la palabra que busco. Iniciado en sus secretos: los suyos, los de su familia y los de su sombra. Ahora también míos. Ahora también nuestros.

Tengo mucho que contar, aunque no sé bien por dónde empezar. Quizás solo pueda aclarar algo menor por ahora. Algo que, de seguro, ya sospechan. Mi tiuque, ese que me seguía a todas partes y que nos jugó una mala broma a Sergio y a mí el año pasado, era él. Perdonen, no estoy siendo del todo preciso. Eran él y su sombra.

Aun ahora mi mente, imposibilitada de darle forma a aquella inmaterialidad eterna, la imagina como una esencia oscura de muerte, capaz de asumir infinitas apariencias y cuyo único deleite es nuestra desesperación.

Si algo me ha sido revelado en este tiempo es esto: no hay escape posible.
Protéjanse... porque estamos a su merced.
Teman... porque solo somos un puñado de ovejas para su altar.



viernes, 11 de noviembre de 2016

Repentino silencio

Estas semanas he optado por mantener un bajo perfil... Incluso me vi en la necesidad de mudarme y cambiar mi número de celular. Solo así he logrado evadir a don Reinaldo Castillo, quien, con insistencia, me ha exigido cumplir con su encargo. Si supiera lo que me pide... ¿Cómo podría yo, un simple mortal, pedirle a un kalku que se revele ante un enemigo? 

Mi desaparición coincide también con otra certeza: un brujo (al menos estoy seguro de que es uno por ahora) me tiene vigilado. Desde que se publicó la novela que me acecha. Y no solo es él: su sombra, como aquella que se dibuja en el bosque de la imagen, también me persigue. No es un invento de mi loca imaginación. Los he visto en el Parque Ecuador. El brujo y su sombra caminando entre la gente que desconoce de su existencia. Con un descaro absoluto, el brujo siempre sonríe cuando me ve, incluso me saluda, y su sombra se materializa solo lo suficiente para que solo yo pueda verla. Me los topé dos veces. Dos. No quise que hubiera una tercera. Preferí mudarme de mi cómodo departamento cercano al parque a otro sector, ojalá, más a resguardo. Hasta ahora no los he vuelto a ver.

Nunca imaginé que podría estar tan expuesto. Sergio me lo había advertido. Que no era lo mismo escribir libros sobre brujos en Chile, como lo hace él, a contar sus secretos más oscuros. «Es un camino peligroso», me escribió en un WhatsApp. ¡Cuánta verdad guarda su advertencia! Estoy ojeado, lo sé, más encima por un brujo poderoso. Y no hay nada que pueda hacer para evitarlo, solo evadir su furia el mayor tiempo posible.

Estas son las razones de mi repentino silencio. Y seguiré ausente por un tiempo. Les debo una nota sobre el cuarto rito, aquel en el que los brujos y las brujas unen su alma a una sombra. Trataré de vencer mis miedos para continuar la escritura de este blog, se los prometo. Pero por ahora, especialmente después de la noche de temblores de la madrugada del 8 de noviembre (que nada bueno auguran), me mantendré más silencioso. Espero con ello evitar visitas o llamadas inoportunas. Del padre de Lorena Castillo, del jefe de la organización de brujos y brujas de Concepción y, en especial, del brujo siniestro que me persigue y que me tiene bajo su poder aunque no quiera reconocerlo.

miércoles, 12 de octubre de 2016

El tercer rito: «Matar al ser más querido»

Ninguna novedad que reportar. He continuado mi vida normal, sin tiuques sospechosos ni llamadas inoportunas ni encomiendas abrumadoras. La vida fluye como si ningún maleficiador anduviera detrás de mis pasos. Una idea feliz, pero poco realista. Andan cerca, estoy seguro, aunque solo a ratos perciba su siniestra presencia.

Por mientras intentaré disfrutar de esta aparente calma. Aprovecharé el momento para retomar un tema inconcluso: los rituales antiguos para convertirse en brujo o bruja. La magia ancestral, que está supuestamente prohibida en estos tiempos, pide una última prueba antes de la realización del pacto con la sombra (que, para muchos, sería un cuarto ritual... discutiré ese aspecto en otra entrada): la muerte del ser más querido.

El bosque oscuro del alma
Este ritual final consiste en «matar a un familiar como muestra de su absoluto desligamiento sentimental hacia la parentela» (Marino y Osorio, 2014: p.72). Para la magia actual, este tipo de acciones es aberrante, sin embargo, un kalku que se considere como tal debe haber realizado los tres ritos de magia antigua para recibir una sombra poderosa que le permita llevar su vida al alero de Wekufe, término mapuche que designa el Mal«concebido como una fuerza o un poder que actúa en muchos espacios, pero especialmente en la vida de las personas, a quienes enferma y mata» (Montecino, 2015: p.340). 

Cada rito podría interpretarse como un umbral que debe ser cruzado para encontrar la sombra que habita en cada uno de estos brujos y brujas. Una sombra que es distinta a la que los acompaña en sus andanzas. Una sombra propia, que late en sus corazones. Que los convoca a ser lo que son. Que los impulsa a jugar con otros brujos o con seres humanos comunes y corrientes. Una sombra que se sacia solo haciendo el mal.

El primer rito corresponde al enfrentamiento inicial con la propia oscuridad interior. El makuñ es la prueba visible de ello; se acepta la pulsión de muerte que habita en el alma de cada brujo o bruja y se prueba la sangre por primera vez al matar a una chica virgen para obtener su piel y cabello. El segundo rito representa un nuevo momento de aceptación de esa oscuridad latente. El nuevo nombre que se asume bajo el traiguén es un despertar a esta otra vida, donde se abandona la existencia anterior para asumir una nueva marcada por el deseo siempre insatisfecho de muerte. El tercer rito simboliza la asunción definitiva de la verdadera naturaleza del kalku; una vez que ha matado al ser más querido, no hay retorno posible. Solo queda avanzar en un camino tortuoso en el que triunfa solo quien sepa traicionar mejor.

Esa es la vida de estos brujos y brujas. Nunca confiar. Nunca decir la verdad. Nunca sentir compasión. La única fidelidad es a su sombra (mientras le sirva) y a sí mismos. Un hedonismo perverso que les ha permitido prevalecer a pesar del paso del tiempo y de quienes les han intentado dar caza.

Fuentes consultadas:
-Marino, Mauricio y Osorio, Cipriano. Juicio a los brujos de Chiloé. Santiago de Chile: Ediciones Tácitas, 2014.
-Montecino, Sonia. Mitos de Chile. Enciclopedia de seres, apariciones y encantos. Santiago de Chile: Catalonia, 2015.