viernes, 11 de noviembre de 2016

Repentino silencio

Estas semanas he optado por mantener un bajo perfil... Incluso me vi en la necesidad de mudarme y cambiar mi número de celular. Solo así he logrado evadir a don Reinaldo Castillo, quien, con insistencia, me ha exigido cumplir con su encargo. Si supiera lo que me pide... ¿Cómo podría yo, un simple mortal, pedirle a un kalku que se revele ante un enemigo? 

Mi desaparición coincide también con otra certeza: un brujo (al menos estoy seguro de que es uno por ahora) me tiene vigilado. Desde que se publicó la novela que me acecha. Y no solo es él: su sombra, como aquella que se dibuja en el bosque de la imagen, también me persigue. No es un invento de mi loca imaginación. Los he visto en el Parque Ecuador. El brujo y su sombra caminando entre la gente que desconoce de su existencia. Con un descaro absoluto, el brujo siempre sonríe cuando me ve, incluso me saluda, y su sombra se materializa solo lo suficiente para que solo yo pueda verla. Me los topé dos veces. Dos. No quise que hubiera una tercera. Preferí mudarme de mi cómodo departamento cercano al parque a otro sector, ojalá, más a resguardo. Hasta ahora no los he vuelto a ver.

Nunca imaginé que podría estar tan expuesto. Sergio me lo había advertido. Que no era lo mismo escribir libros sobre brujos en Chile, como lo hace él, a contar sus secretos más oscuros. «Es un camino peligroso», me escribió en un WhatsApp. ¡Cuánta verdad guarda su advertencia! Estoy ojeado, lo sé, más encima por un brujo poderoso. Y no hay nada que pueda hacer para evitarlo, solo evadir su furia el mayor tiempo posible.

Estas son las razones de mi repentino silencio. Y seguiré ausente por un tiempo. Les debo una nota sobre el cuarto rito, aquel en el que los brujos y las brujas unen su alma a una sombra. Trataré de vencer mis miedos para continuar la escritura de este blog, se los prometo. Pero por ahora, especialmente después de la noche de temblores de la madrugada del 8 de noviembre (que nada bueno auguran), me mantendré más silencioso. Espero con ello evitar visitas o llamadas inoportunas. Del padre de Lorena Castillo, del jefe de la organización de brujos y brujas de Concepción y, en especial, del brujo siniestro que me persigue y que me tiene bajo su poder aunque no quiera reconocerlo.

miércoles, 12 de octubre de 2016

El tercer rito: «Matar al ser más querido»

Ninguna novedad que reportar. He continuado mi vida normal, sin tiuques sospechosos ni llamadas inoportunas ni encomiendas abrumadoras. La vida fluye como si ningún maleficiador anduviera detrás de mis pasos. Una idea feliz, pero poco realista. Andan cerca, estoy seguro, aunque solo a ratos perciba su siniestra presencia.

Por mientras intentaré disfrutar de esta aparente calma. Aprovecharé el momento para retomar un tema inconcluso: los rituales antiguos para convertirse en brujo o bruja. La magia ancestral, que está supuestamente prohibida en estos tiempos, pide una última prueba antes de la realización del pacto con la sombra (que, para muchos, sería un cuarto ritual... discutiré ese aspecto en otra entrada): la muerte del ser más querido.

El bosque oscuro del alma
Este ritual final consiste en «matar a un familiar como muestra de su absoluto desligamiento sentimental hacia la parentela» (Marino y Osorio, 2014: p.72). Para la magia actual, este tipo de acciones es aberrante, sin embargo, un kalku que se considere como tal debe haber realizado los tres ritos de magia antigua para recibir una sombra poderosa que le permita llevar su vida al alero de Wekufe, término mapuche que designa el Mal«concebido como una fuerza o un poder que actúa en muchos espacios, pero especialmente en la vida de las personas, a quienes enferma y mata» (Montecino, 2015: p.340). 

Cada rito podría interpretarse como un umbral que debe ser cruzado para encontrar la sombra que habita en cada uno de estos brujos y brujas. Una sombra que es distinta a la que los acompaña en sus andanzas. Una sombra propia, que late en sus corazones. Que los convoca a ser lo que son. Que los impulsa a jugar con otros brujos o con seres humanos comunes y corrientes. Una sombra que se sacia solo haciendo el mal.

El primer rito corresponde al enfrentamiento inicial con la propia oscuridad interior. El makuñ es la prueba visible de ello; se acepta la pulsión de muerte que habita en el alma de cada brujo o bruja y se prueba la sangre por primera vez al matar a una chica virgen para obtener su piel y cabello. El segundo rito representa un nuevo momento de aceptación de esa oscuridad latente. El nuevo nombre que se asume bajo el traiguén es un despertar a esta otra vida, donde se abandona la existencia anterior para asumir una nueva marcada por el deseo siempre insatisfecho de muerte. El tercer rito simboliza la asunción definitiva de la verdadera naturaleza del kalku; una vez que ha matado al ser más querido, no hay retorno posible. Solo queda avanzar en un camino tortuoso en el que triunfa solo quien sepa traicionar mejor.

Esa es la vida de estos brujos y brujas. Nunca confiar. Nunca decir la verdad. Nunca sentir compasión. La única fidelidad es a su sombra (mientras le sirva) y a sí mismos. Un hedonismo perverso que les ha permitido prevalecer a pesar del paso del tiempo y de quienes les han intentado dar caza.

Fuentes consultadas:
-Marino, Mauricio y Osorio, Cipriano. Juicio a los brujos de Chiloé. Santiago de Chile: Ediciones Tácitas, 2014.
-Montecino, Sonia. Mitos de Chile. Enciclopedia de seres, apariciones y encantos. Santiago de Chile: Catalonia, 2015.


sábado, 8 de octubre de 2016

Un paquete inesperado

Después de un viaje por trabajo a Los Ángeles (estuve allá desde el miércoles hasta esta mañana), regresé a mi departamento pensando que tendría un fin de semana tranquilo (dentro de lo que se puede esperar para alguien como yo al que siempre le aguardan sucesos inesperados). Sin embargo, una sorpresa me esperaba entre las encomiendas que llegaron a mi domicilio durante mi ausencia. Es usual que reciba paquetes. Por ejemplo, cada cierto tiempo, mi colega y amigo Sergio, o como le gusta que le digan «El señor de los hielos», me envía algún libro sobre brujería que llega, por cosas del azar, a su librería y que considera indispensable para ya mi abultada colección. De hecho, pensé que se trataba de un nuevo libro de su parte, pero al ver el remitente me vino una especie de vértigo del que solo me recuperé al sentarme sobre mi cama y guardar un ceremonioso silencio por unos minutos. Decidido a enfrentar mi destino, abrí con lentitud el envoltorio, midiendo la forma del objeto que contenía, como si se tratara de un artilugio sacado de tiempos remotos y que necesitara de extremo cuidado en su manejo para no ser adulterado. Era un libro. Sí. Un libro. Pero no cualquier libro. Era una copia de Maleficio: el brujo y su sombra, que Loba Ediciones me hizo llegar de manera exclusiva (pues el lanzamiento, lo sé, había sido el jueves 6 de octubre, y todavía no han distribuido el libro en regiones).

Dedicatoria de la autora
Lo primero que noté fue que venía dedicado por la autora, en donde me agradece por la información proporcionada. Seguramente ella no imaginó cuán perturbadoras me parecieron esas simples líneas que sé escribió con otra intención. Hasta este momento había visto mi colaboración como algo privado, confesiones reservadas entre la autora, la editora y yo. Con la publicación del texto, todo se ha hecho público. Si bien sabía que sería así (ambas me preguntaron si podían colocar este blog en las páginas finales, algo que acepté a regañadientes), siento que recién ahora me doy cuenta del lío en el que me metí. Los brujos y las brujas de la organización de Concepción, sin duda, sabrán que soy yo quien está detrás de tal sobrenombre. ¿Qué me harán? ¿Dejarán que siga haciéndoles encargos? ¿Me matarán? ¿O será que revelar parte de sus secretos forma parte de un plan que desconozco? Me vuelve la angustia frente a estas dudas que me acompañan desde hace cuatro años, cuando empecé a frecuentarlos, a realizar sus siniestras peticiones, a presenciar algunas de sus brujeriles acciones. 

No sin cierta curiosidad, leí la novela. Me atrapó de inmediato. Reconocí a los personajes (que para mí no son ficticios sino demasiado reales), reviví ciertos acontecimientos, descubrí los giros de la trama propios de la creación literaria (pues no todo es tal cual sale en el libro, obviamente). Literalmente, me devoré la novela. Hace muy poco terminé. Llevo una media hora sentado en mi cama en silencio, ponderando las consecuencias de mis actos (así lo dice un personaje... Qué terribles me parecieron sus palabras cuando las leí, porque sentí que, a través de ellas, me hablaba a mí también). ¿Qué pasará conmigo de ahora en adelante? Ya no es solo este blog, es también esta novela, el encargo de don Reinaldo Castillo (que todavía no puedo concretar, por temor, sin duda), el tiuque que me persigue (que volvió a seguir mis pasos en Los Ángeles, con lo que corroboré que no estaba muerto como, ilusamente, quise creer), el brujo que siempre me llama cuya voz me encanta y perturba al mismo tiempo, el jefe de esta Nueva Recta Provincia cuya ira caerá, con toda seguridad, sobre mí cuando se entere de todo esto. 

Portada de la novela
No hay salida posible. Mi vida está unida a la de estos brujos y brujas hasta que decidan escribir la última página de mi existencia. En sus manos está mi futuro.

No medí las consecuencias de mis actos... No pensé más allá de mis ganas de mostrar al mundo parte de mi investigación. De que se conociera que poseo la única copia de los Escritos de Salamanca. De que mantengo la memoria de todo aquello que han borrado de las mentes de los incautos, de los periódicos, de los canales de televisión, de documentos oficiales, de registros particulares...

Maliciosa vanidad que me llevará, con toda seguridad, a una muerte temprana y cruel. ¿Qué tipo de maleficio caerá sobre mí? ¡Ay, Sergio! Me lo advertiste. Ahora lo único que me queda es esperar.

martes, 4 de octubre de 2016

Primer encuentro

San Cipriano, protector
contra maleficios
«Virtuosísimo San Cipriano, 
te pido que me libres de los ataques constantes
de los malos enemigos, visibles o invisibles,
líbrame de todo daño y mal
que ellos me quieran causar,
desármalos, aléjalos, destiérralos de mi lado,
haz que no se ensañen conmigo.

Sálvame de muerte repentina,
de tempestades, rayos, incendios,
de cualquier desgracia o catástrofe».

A dos días del lanzamiento del libro Maleficio: el brujo y su sombra con cuya autora colaboré entregando cierta información sobre brujos y brujas de la Nueva Recta Provincia, estoy francamente angustiado. A ratos me arrepiento de haber aceptado semejante colaboración, pero ya no hay vuelta atrás. Mi seguridad, en todo caso, está perdida desde antes, cuando empecé a tener un vínculo más cercano con algunos integrantes de la organización brujeril que, desde el 2008, se instaló en Concepción. 

Aun recuerdo el primer encuentro que tuve con uno de ellos (el más enigmático, sin duda). Como es mi costumbre desde mi época universitaria, voy regularmente a la peluquería de don Albino Concha, cuyo local se encuentra en el Foro de la Universidad de Concepción. Justamente, hace cuatro años, después de mi tradicional sesión, me tropecé con un joven de edad indefinida que parecía estar "esperando a alguien". Nunca imaginé que fuera a mí. En cuanto me vio, salió a mi encuentro, decidido. Pensé que chocaríamos, pero no fue así. Me pasó por el costado izquierdo, casi rozando mi parka, y se inclinó sutilmente hacia mi oído. Tenía un porte, una confianza en sí mismo, que no concordaba con su apariencia de estudiante. De reojo percibí su sonrisa. Era inexpresiva y seductora a la vez. Pero fue su voz lo que me puso los pelos de punta. Eso y su inusitada pregunta: «¿Quieres jugar con nosotros?».

Apenas lo escuché, me giré con la intención de grabar más detalles de su persona, pero se había esfumado. Solo quedó a su paso una presencia. Una oscuridad ancestral que se permaneció conmigo un tiempo que me pareció eterno, danzando a mi alrededor, con regocijo. El pánico de apoderó de mí con rapidez. Casi no podía respirar. Por instinto, sujeté con fuerza mi medallita de San Cipriano y recé en voz alta un contra conjuro sin importar la mirada de quienes me observaban con curiosidad. «Un brujo», pensé mientras mi respiración seguía agitada. «Un brujo junto a su sombra», murmuré sin darme cuenta. Entonces casi desfallecí, porque una voz perturbadora susurró a mi oído la más terrible de las maldiciones: «Eres nuestro... Ahora y para siempre». El remolino de oscuridad se desvaneció y la vida siguió como antes. Todo pareció volver a la normalidad, menos mi alma que, desde entonces, habita en páramos siniestros, a medio camino entre la vida y la muerte.

viernes, 30 de septiembre de 2016

El segundo rito: «Darse un nuevo nombre bajo un traiguén»

Cascada o Traiguén
El encargo de don Reinaldo Castillo me perturba. Desde el jueves 22 de septiembre que ando perseguido y si bien no he visualizado a mi tiuque (¿lo habrá alcanzado el disparo después de todo?), no he dejado de sentirme bajo la mirada atenta, casi inquisidora y asesina incluso, de Otro. Un Otro sin rostro, que se oculta siempre tras la máscara de lo cotidiano, pero que, estoy convencido, está esperando algún extraordinario suceso para dejarse ver. Lo estoy esperando, no sin cierto pavor por lo que me aguarda... Como ya saben, tratar con brujos y brujas es peligroso, casi suicida dirían algunos, pero yo trato de mantener la entereza a pesar de saberme vigilado. Muy de cerca, quizás. Más cerca de lo que imaginaba hasta una semana atrás.

Por mientras, trato de despejarme escribiendo estas líneas. Me ayudan a no pensar en el brujo (¿o es más de uno?) que me acosa. 

Como recordarán, a propósito de la participación de mi amigo Sergio Fritz en el programa "Chile Misterioso"*, comencé a contarles sobre los ritos de magia antigua para iniciarse en la brujería. Ya les hablé de la elaboración del makuñ. Ahora es el turno del segundo rito, conocido como «borrar o raspar el bautismo», que consiste en la purificación (o antipurificación, si se prefiere) bajo un traiguén cordillerano con el objeto de darse un nuevo nombre y así «extirparse el bautismo cristiano recibiendo agua sobre la cabeza desde una cascada, durante cuarenta días» (Marino y Osorio, 2014: p.71). También aparecen referencias a este ritual en el texto de Sergio La Recta Provincia, en el Diccionario de la brujería en Chiloé de Manuel Romo Sánchez y en el libro Mitos de Chile de Sonia Montecino. 

Lo que me llama la atención de este «quitarse el nombre antiguo y darse uno nuevo» es la necesidad imperiosa de hacerlo. Podría pensarse que es una prueba de fortaleza tanto física como mental (estar cuarenta días bajo un salto de agua puede ser una experiencia abrumadora para cuerpos y mentes débiles), sin embargo, tengo otra teoría. Siguiendo la primera regla «No digas tu nombre», quizás brujos y brujas deban tener más de un nombre para mantenerse a resguardo de otros maleficiadores. Quizás sea cierto lo dicho en la novela Maleficio: el brujo y su sombra acerca de este tema: que se trata de, al menos, tres nombres. El primero otorgado por la madre para usarlo a diario; el segundo puesto por sí mismos bajo la cascada para protegerse de otros brujos y brujas; el tercero dado por la sombra (de la que hablaremos en otra ocasión) para cerrar el pacto entre ambos. 

Sea como sea, el tema de los nombres es importante para ellos y para quienes, como yo, estamos a su merced. Ustedes ya lo saben. A rezar a San Cipriano no más que, por mientras, es nuestra única protección.

Fuentes consultadas:
-Fritz Roa, Sergio. La Recta Provincia. Una cofradía de brujos en el sur de Chile. Segunda edición corregida y ampliada. Santiago de Chile: Editorial Bajo los Hielos, 2016.
-Marino, Mauricio y Osorio, Cipriano. Juicio a los brujos de Chiloé. Santiago de Chile: Ediciones Tácitas, 2014.
-Montecino, Sonia. Mitos de Chile. Enciclopedia de seres, apariciones y encantos. Santiago de Chile: Catalonia, 2015.
-Romo Sánchez, Manuel. Diccionario de la brujería en Chiloé. 
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0033461.pdf 

*Aquí dejo el link para escuchar el programa sobre la Recta Provincia en el que participó mi colega Sergio.
http://radio.uchile.cl/programas/chile-misterioso/386216/ 

domingo, 25 de septiembre de 2016

El encargo

He estado desaparecido una semana porque fui contactado por mis «amigos» brujos. Recibí la llamada el lunes 19 de septiembre. La misma voz de siempre. La misma petición. «Necesitamos de tus servicios». Eso fue todo. Los «servicios» incluían, como de costumbre, escribir algunos artículos para desviar la atención de los ciudadanos penquistas acerca de un homicidio en particular: la chica muerta en Chiguayante, hecho que comenté justamente en una entrada anterior. Al igual que en ocasiones anteriores, las fotografías tomadas en la escena del hallazgo del cuerpo así como los documentos policiales desaparecieron misteriosamente. Lo más notable fue que incluso quienes estuvieron a cargo de la investigación la semana previa a Fiestas Patrias han olvidado el hecho. No me extraña. Conozco la habilidad de estos maleficiadores para embolinar mentes y engatusar a los incautos que dicen sus nombres sin pensar que, gracias a ello, pueden ser controlados.

Iglesia Aldo, Chiguayante.
La novedad de la semana fue otra. Mientras estaba en estas labores fui contactado por la persona más insospechada: don Reinaldo Castillo (el padre de Lorena Castillo, la chica encontrada muerta en el Santuario del cerro La Virgen en diciembre del año pasado y de quien nadie —excepto yo y su padre— se acuerda). Me pidió una reunión secreta, para lo cual me citó en Chiguayante el jueves 22 de septiembre a las 11:00 horas, en las cercanías de una iglesia alejada del bullicio y prácticamente aislada.

Accedí más que nada por curiosidad. Me fui en locomoción colectiva para no despertar sospechas. Me junté con él en Walter Schaub con Los Avellanos. En silencio caminamos hacia la iglesia y nos perdimos en el bosque aledaño. Solo allí, en la soledad de la naturaleza, se atrevió a hablarme. Fue breve. Supongo que sospechó que conmigo no era necesario una larga explicación. Si ya había llegado a mí era porque conocía de mi relación con la Nueva Recta Provincia. «Usted sabe lo que voy a pedirle», me dijo. Asentí. «Solo un encargo», acentuó levantando sus espesas cejas sobre el marco de sus lentes oscuros. Permanecí en un silencio respetuoso, esperándolo. «Quiero reunirme con el brujo que mató a mi hija». Justo cuando iba a responderle que eso sería imposible, porque, claramente, no tenía idea de que no tenía injerencia alguna en la organización, ambos levantamos la vista y nos quedamos prendados en un tiuque que nos observaba, ominoso, desde un árbol cercano. Intempestivamente, el teniente en retiro de carabineros sacó su arma y disparó, sin mediar ninguna advertencia, contra el extraño pájaro, que alcanzó, por milímetros, a esquivar el disparo. Después de ello, se lo tragó el bosque y no volvimos a verlo.

No es mi tiuque. Me ha sido
imposible fotografiarlo.
«Saben de nuestro encuentro», me dijo con una entereza que me sorprendió. «Ahora estará obligado a hacer lo que le pedí», sentenció. Intenté persuadirlo. Que echara pie atrás. Que todavía estaba a tiempo. Pero nada de lo que le dije tuvo eco en su mente. Estaba decidido. Lo estaba incluso desde antes de nuestra reunión... Probablemente desde esa mañana en que lo llamaron para informarle del asesinato de su hija. O quizás tres días después, cuando todo vestigio de su muerte desapareció, incluso entre sus colegas de armas. Ahí debió haber sospechado que algo fuera de toda lógica había pasado.

¿Cómo llegó a mí? No sé. Creo que he dejado demasiados rastros, lo que me hace temer que, al menos uno de los brujos, ese a quien vi hacer sombras de lagartijas alguna vez, me conoce. Sabe mi nombre. Está al tanto de este blog. Y solo está a la espera de algún acontecimiento. Algo que desconozco, pero de lo que, ahora estoy seguro, soy parte.

domingo, 18 de septiembre de 2016

El primer rito: «Elaboración del makuñ»

Antenoche mi amigo y colega Sergio Fritz estuvo en el programa "Chile Misterioso" de la radio Universidad de Chile (que se transmite los viernes a las 23:00 hrs.), en donde habló de la Recta Provincia junto a Héctor Olmedo, autor de Javo Rivera y Los Tres de la Orden, novela que recupera la tradición de la brujería chilota a través de la historia de unos chicos de un internado de Castro que descubren secretos antiguos relacionados con la cofradía de brujos de Chiloé.
Todos los viernes,
una hora antes de la medianoche.

Durante la hora de programa (que estuvo muy interesante... mis felicitaciones para mi amigo), se abordaron varios temas de interés, entre ellos la disputa entre la Chillpilla y José de Moraleda (de lo que hablaremos en otra ocasión) y de los ritos iniciáticos para pertenecer a la Recta Provincia. De esto último quiero escribir esta noche, ya de vuelta en mi ciudad después de mi fugaz viaje a Santiago.

Por lo que he averiguado gracias a mi contacto dentro de la organización de brujos y brujas de Concepción (que, por razones obvias, no puedo revelar), tales rituales son considerados propios de la «magia antigua» y han sido prescritos por la magia actual, que busca ser más amigable con los no-brujos. Sin embargo, pareciera haber dos tipos de brujos y brujas: quienes practican rituales «adaptados» a los tiempos modernos (una especie de versión «menos violenta» de los ritos iniciáticos) y quienes realizan los tres ritos «como en los viejos tiempos». 

Hoy les contaré sobre el primer rito: la confección del makuñ, un chaleco que permite tanto andar de noche de manera incógnita como volar. En el libro de Mauricio Marino y Cipriano Osorio se transcribe la declaración de Mateo Coñuecar, uno de los imputados en el famoso juicio a los brujos de Chiloé de 1880-81, en la que, justamente, habla del misterioso chaleco:

«[el macuñ] es una parte de la piel de los brujos que mueren y los que quieren tenerla la sacan del panteón a la izquierda del cuerpo en dirección del pecho hacia la barriga. Esa piel la curten con ciertas yerbas y enseguida los brujos se la cuelgan con unos cordones al lado izquierdo y con ella andan de noche produciendo una luz especial que los distingue» (p.71).

Brujo volando con su makuñ
Se dice que el chaleco debe ser elaborado con la piel de un cadáver, de preferencia un limpio (cristiano) varón o de una mujer virgen. Pareciera ser que quienes han optado por esta magia antigua han hecho su makuñ a partir de piel y cabello de jovencitas (cosa que sospecho por algunas de las extrañas muertes que han ocurrido en este último tiempo, especialmente aquí). Como parte del armado del chaleco, se derrama aceite humano sobre él, lo que lo hace luminoso. Mi amigo Sergio dice al respecto: «Por ello, todavía en ciertas zonas del campo chileno el ver unas misteriosas luces que flotan en el aire es algo temido: se cree que corresponde a brujos» (p.28). 

Actualmente, confeccionar el makuñ con piel humana es considerado deleznable. Por ello, muy pocos brujos y brujas lo han elaborado a la manera antigua (creo que ahora usan pelo de mujer virgen no más), sin embargo, quienes sí lo han hecho (un grupo muy reducido, espero) cuentan con poderes más allá de lo inimaginable, por lo que dentro del subterráneo mundo de la brujería chilena son temidos, no tanto por los dones extraordinarios que confiere el chaleco mismo sino por lo que significa su elaboración: haber asesinado a un cristiano o a una muchacha virgen solo para obtener más poder.

Solo para terminar un dato: desde diciembre de 2015, cuando apareció muerta la hija del teniente en retiro de carabineros don Reinaldo Castillo en extrañas circunstancias en el cerro La Virgen (hecho que aparece mencionado en la novela "Maleficio, el brujo y su sombra" de la escritora Claudia Andrade), han ocurrido otras muertes sospechosas. De hecho, en mi ausencia, surgió un nuevo caso: una chica de diecisiete años, oriunda de Chiguayante, fue encontrada en la ribera norte del Biobío, sin su cabello y con mutilaciones en su espalda y pecho atribuibles a algún animal salvaje. La verdad sea dicha no creo esa versión. Quienes sabemos de la existencia de brujos y brujas conocemos el real significado de tales heridas: alguien ha realizado el primer rito a la manera antigua. Ahora solo queda esperar que cumpla con los dos restantes para convertirse en un brujo o bruja de acuerdo a las reglas de la temida magia ancestral, la más violenta y poderosa de todas.

Fuentes consultadas:
-Fritz Roa, Sergio. La Recta Provincia. Una cofradía de brujos en el sur de Chile. Segunda edición corregida y ampliada. Santiago de Chile: Editorial Bajo los Hielos, 2016.
-Marino, Mauricio y Osorio, Cipriano. Juicio a los brujos de Chiloé. Santiago de Chile: Ediciones Tácitas, 2014.

sábado, 10 de septiembre de 2016

Mi copia dedicada

Con la historia de mi tiuque misterioso, olvidé comentar lo que me llevó a visitar a mi colega Sergio Fritz: quería tener una copia de la segunda edición de su libro La Recta Provincia. Una cofradía de brujos en el sur de Chile. Por supuesto que tenía la primera edición del 2014, pero, como buen investigador (y coleccionista), necesitaba la segunda edición (ampliada y con imágenes nuevas).

Mi copia
Aquí copio un fragmento:

«Llamada generalmente "Recta Provincia" y en alguna ocasión "Recta Providencia", el origen y significado de su nombre, no obstante su importancia, no ha despertado mayor interés por los estudiosos, como si fuera una obviedad. 
«(...) Naturalmente el nombre no puede ser casual y debe tener una razón. Postulamos las siguientes hipótesis al respecto:

1) Según un criterio identitario, podría deberse a su Fidelidad con España. (...) El lenguaje de la "Recta Provincia" usa en ocasiones términos como "Las Españas" y otros semejantes, demostrándose de esta manera su simpatía hacia la Península. Así, los brujos establecieron su propia judicatura, distinta a la chilena, y conservando en homenaje nombres que aluden a España.

2) Según un criterio político y simbólico, podría derivar de Real, Regia. La "Recta Provincia" podría ser vista como la Regia Provincia, ello por cuanto de alguna manera estableció un Reino, con sus propios reyes, jerarquía y una distribución espacial acorde (...).

3) Según un criterio estrictamente esotérico, el nombre vendría del hecho que en Chile existiría un reino subterráneo que estaría conectado a través de cuevas de brujos o salamancas. Carlos Keller señala algo que nos permite elaborar esta hipótesis: "La creencia en brujos está todavía muy arraigada en el país. Se sostiene que en las profundidades de la tierra hay a lo largo de todo el territorio una inmensa cueva, conocida con el nombre de Salamanca. Hay a ella muchos accesos, siendo los principales los de El Molle (al interior de La Serena), Talagante, Vichuquén y Quicaví (sobre la Isla Grande de Chiloé)"» (pp.22-23).

Gracias, Sergio, por tan interesante investigación.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Encuentro con Sergio Fritz y el tiuque

Librería Bajo Los Hielos
(Providencia 1336, Galería Puerta del Sol)
Esta semana tuve uno de esos encuentros que me motivan a seguir en esta empresa casi imposible de mantener mi anonimato mientras develo algunos secretos de los brujos y brujas de la Nueva Recta Provincia. 

Por motivos laborales (no vinculados con mis «amigos brujos» de Concepción), tuve que viajar a la capital. Recién llegado al terminal de buses, tuve mi primer sobresalto: un tiuque, que estaba posado sobre la señalética del metro de Estación Central, me miraba sin quitarme la vista de encima. Cuando comencé a sentir un cosquilleo en la nuca (mala señal sin duda), emprendió su vuelo y desapareció en dirección a la USACH. Traté de no darle muchas vueltas a este inusual encuentro e intenté seguir el itinerario que me había propuesto. Tenía que hacer unos pololitos periodísticos y traté de centrarme en ello. Sin embargo, el pajarraco aparecía y desaparecía a ratos, y durante los tres días que estuve en Santiago, siempre estuvo al acecho.

Mi amigo y colega Sergio Fritz Roa
Con el extraño tiuque persiguiéndome desde lo alto, llegué a una de mis citas previamente concertadas: un almuerzo con mi colega Sergio Fritz, investigador de la cofradía de brujos de Chiloé, cuyo libro La Recta Provincia ya va, según me comentó, en su tercera edición. «Ha despertado mucho interés», me contó entusiasmado mientras despejaba una pila de libros para que pudiera sentarme. Preocupado, traté de persuadirlo para que no llamara tanto la atención. «Ya sabes por qué», le advertí, pero me dijo algo muy cierto: «Desde hace rato conocen mi nombre y sigo aquí. Por algo será». Quizás porque les conviene, pensé. Quizás porque todo esto es parte de un plan en el que no solo Sergio y yo estamos metidos, sino también otros que, como nosotros, hemos contado al mundo parte de sus secretos.

Para distraerme de mis sombríos pensamientos, le cuento que hace unos días, en el programa "Mentiras Verdaderas", hablaron de la Recta Provincia (la antigua). «Qué pena que no te invitaran a ti», le dije. «Me falta fama», me contestó levantando levemente los hombros. Nos reímos espontáneamente. Después volvimos a las anécdotas de siempre, de esas que solo pueden compartir quienes investigan cosas fuera de lo común, como nosotros. Historias raras, de esas que te hacen estar mirando sobre el hombro todo el tiempo. Pero los recuerdos amenos nos duraron poco: una sombra alada pasó fugaz por fuera de la librería. Era muy grande para ser una simple una paloma. Nos miramos sobresaltados y, sin decirnos nada, nos paramos y nos asomamos, no sin cierto temor, hacia el exterior. Y ahí, desde una de las barras blancas que cruzan de lado a lado el patio de la galería, estaba mi tiuque, mirándonos con inusitada atención. Su presencia nos puso en alerta. Nos recordó que los brujos y las brujas están entre nosotros y que solo quienes estamos iniciados en los secretos de la brujería chilena identificamos su actuar. Es uno de ellos, me dije. Ya no cabe duda.

«¿Sabes quién es?», me preguntó Sergio casi en un susurro. Negué con la cabeza, mientras instintivamente puse mi mano izquierda sobre mi medallita de San Cipriano. Sin ponernos de acuerdo comenzamos a recitar unos versos venidos de tiempos remotos: «San Cipriano va para arriba, San Cipriano va para abajo». Tres veces pronunciamos el conjuro. El tiuque nos escuchó con la misma atención de siempre, pero quizás algo molesto. Eso creo al menos. De pronto, decidió irse, ya sea porque no tenía nada más que hacer ahí o porque nuestras palabras, a pesar de todo, lo intimidaron. Sea como sea, se marchó. Pero el almuerzo quedó teñido por su ominosa presencia.






viernes, 2 de septiembre de 2016

Esferas de la Magia (2)

Conocer las esferas de la magia de brujos y brujas chilenos permite entender cómo pueden actuar sobre personas como usted o como yo, que somos ajenos a su mundo, pero que no por ello estamos fuera del alcance de su arte. Mientras la magia telúrica consiste en manifestaciones visibles de brujería (como se dijo, a través de la voz, el flechazo o la transformación), la magia acuática se caracteriza por la invisibilidad de dicha acción. Puede llevarse a cabo por medio de la manipulación mental sin necesidad de usar la voz (ensoñación), de un contra (retención) o del uso de yerbas o venenos (ocultación). 
SOMNIUM

La ensoñación permite crear sellos que impiden a un «limpio» (persona que no tiene vinculación con la brujería) ver una acción propia de la brujería. Además, quien use esta esfera es capaz de hacer dormir a una persona y, a través de los sueños, mostrarle lo que desee o controlarlo/la. Se usa mucho como método persuasivo o para saber lo que el otro piensa en algún momento determinado. Otro aspecto interesante es que, en el caso de brujas, pueden dedicarse al oficio de «soñadoras», y así «desentrañar el lenguaje onírico propio y de los demás, gracias a lo cual son capaces de saber la causa de las enfermedades, capta(r) el futuro y (...) comunica(rse) con las divinidades» (Montecino, 2015: p.566).

RETENTIONE
La retención se opone a la proyección (flechazo o mal tirado), por ello, su principal acción es el «contra», que permite «anular los efectos de los maleficios» (Romo, Diccionario de la brujería en Chiloé: p.11). Entendido de esta manera, aquellos/as que usan esta esfera son capaces de realizar limpiezas, crear amuletos protectores (que anulan el daño) y hacer «sajaduras», pequeños cortes casi invisibles al ojo humano que sirven para determinar si una persona es inmune o sensible a un maleficio en particular y así determinar cómo actuar frente a un ataque hecho con proyección. Además de lo dicho, sirve para retener la sombra de otro brujo o bruja, así como sumergirse en ríos, lagos y mares sin necesidad de usar ningún artilugio.

OCCULTATIONE
Finalmente, la ocultación es quizás la actividad más asociada al mundo de la brujería (especialmente a brujas). Hacer «bebedizos» (pócimas venenosas), «bocados» (para causar vómitos y deshidratación severa), «bultos» (laceraciones internas), «cachines» (ulceraciones en la piel), «enyerbaduras» (venenos a base de plantas o también filtros amorosos) o «quilmais» (pócimas abortivas), son algunas de sus formas de acción. Las hierbas no solo «constituyen una materia básica en la confección de dispositivos mágicos (...) (sino que también) pueden usarse en favor de la sanación o (para) torcer un maleficio» (Valenzuela, 2013: p.112). En el primer caso se asocia con la acción de «emponzoñar» (envenenar); en el segundo, con reparar o remediar un mal.

La magia acuática no era propia de los kalku (maleficiadores o brujos) sino de las meica«mujeres que poseen el saber de sanar, con yerbas, enfermedades comunes y también males causados por los brujos» (Montecino, 2015: p.442). Sin embargo, en la actualidad, y tal como he podido constatar al observar el accionar de los brujos y brujas de la Nueva Recta Provincia, las esferas están mezcladas, por lo que es muy difícil encontrar meicas puras. Salvo, quizás, la brujería de Vichuquén, que, hasta donde sé, mantiene la tradición de solo usar magia acuática.

Fuentes consultadas:
-Montecino, Sonia. Mitos de Chile. Enciclopedia de seres, apariciones y encantos. Santiago de Chile: Catalonia, 2015.
-Romo Sánchez, Manuel. Diccionario de la brujería en Chiloé. 
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0033461.pdf 
-Valenzuela, Eduardo. Maleficio. Historia de hechicería y brujería en el Chile colonial. Santiago de Chile: Pehuén Editores, 2013.

miércoles, 31 de agosto de 2016

Esferas de la Magia (1)

En mis encuentros con brujos y brujas de la llamada Nueva Recta Provincia (cuya sede en Concepción fue fundada, según mis averiguaciones, el 2008), he podido observar que usan dos tipos de magia: una telúrica y otra acuática*.

MALE DECIRE
Hoy les hablaré del primer grupo. La magia telúrica se caracteriza por la visibilidad con que el brujo o bruja realiza su arte. Puede ser a través de la palabra (verbalización), por medio de un flechazo (proyección) o convirtiéndose en algún animal (transformación).

La verbalización consiste en «canalizar a través de las palabras, las peores intenciones y más bajos pensamientos contra un tercero» (Valenzuela, 2013: p.89). Por ejemplo, cuando se usa la voz para "enlesar" (aturdir a las personas incautas), "enyetar" (dar mala suerte) o "embolinar" (hacer perder el camino). También cuando se hacen encantamientos o se desea sacar la verdad a otra persona.

MALE FACER
La proyección es lo que comúnmente se conoce como «maleficio». Se trata de «un acto con consecuencias nocivas» cuya finalidad es «causar un mal» (Valenzuela, 2013: p.89). También se le conoce como flechazo, «un mal tirado (...) que el brujo lanza desde la distancia» (Romo, Diccionario de la brujería en Chiloé: p.13). Sin embargo, no se reduce solo a eso. Un brujo o una bruja que pueda usar proyección también es capaz de suspenderse en el aire (sin necesidad de su makuñ) y mostrar su sombra con el objetivo de formular ataques visibles (personalmente he visto unas lagartijas hechas de sombra haciendo de las suyas).

TRANSFORMATIO
Por último, la transformación permite al brujo o bruja convertirse en un animal (generalmente zorros, perros y gatos) o en aves agoreras (como el tue tué). Quien usa esta esfera puede, además, convocar seres sobrenaturales o portentos del imaginario folclórico chileno (como el camahueto, el piguchén, el basilisco, el cuchivilu o la gurutregua). Otra habilidad interesante es que pueden tener un «manda'o», un animal enviado por un nochero (brujo) «para probar la reacción de la persona estudiada» (Romo, Diccionario de la brujería en Chiloé: p.16). Debo mencionar que no he visto, todavía, cómo se transforma un brujo o una bruja, pero sí sospecho de un tiuque que, extrañamente, aparece dondequiera que vaya.

No hay muchas maneras de contrarrestar la magia telúrica. Algunos usan el canelo para detectar este tipo de magia (pues son sensibles a su humareda); otros son capaces de repeler algún ataque con oraciones poderosas como «San Cipriano va para arriba, San Cipriano va para abajo, sosteniendo una vela de buen morir» (Plath, 2014: p.89) o rezando las Doce Palabras Redobladas**. Debo decirles que no siempre funciona. Les confieso que, por protección personal, siempre llevo a cuestas un saquito de sal (que ayuda a alejar a los posibles brujos/as que anden cerca) y mi medallita de San Cipriano, santo defensor de artes oscuras y maleficios. Hasta ahora me he librado. Creo.

Fuentes consultadas:
-Plath, Oreste. Geografía del mito y la leyenda chilenos. Edición corregida y anotada por Karen P. Müller Turina. 5ta reimpresión. Santiago de Chile: FCE Chile, 2014.
-Romo Sánchez, Manuel. Diccionario de la brujería en Chiloé. 
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0033461.pdf 
-Valenzuela, Eduardo. Maleficio. Historia de hechicería y brujería en el Chile colonial. Santiago de Chile: Pehuén Editores, 2013.

*Los nombres de las denominadas «esferas de la magia» se los escuché pronunciar a los integrantes de la organización de brujos y brujas de Concepción en algunas de sus reuniones, a las cuales fui "invitado" para realizar "encargos especiales". A cambio de "mi ayuda", me han prometido una entrevista exclusiva que, hasta el momento, se han negado a darme.

**Si desea saber más sobre las Doce Palabras Redobladas, sugiero revisar el artículo «Cultura y sociedad del conjuro de las doce palabras redobladas en Chile» de Manuel Dannemann, conocido investigador del folclore chileno.
http://ruc.udc.es/dspace/bitstream/handle/2183/8498/CC01art15ocr.pdf?sequence=1