domingo, 23 de julio de 2017

Escondido

Redon me interpreta profundamente.
El brujo del norte me ha dejado ir... No, debo ser más preciso: el brujo del norte espera algo de mí y solo por eso me ha dejado ir. Y aunque mi huida se produjo hace un mes, en pleno aguacero de la noche de San Juan, solo hoy me atrevo a escribir. 

Me gustaría decir que sigo fiel a mí mismo, que continuaré con esta quimera de hablar sobre la Nueva Recta Provincia en este blog, que seguiré indagando en los secretos de las familias de brujos más prominentes de nuestro país... Sin embargo, sería faltar a una verdad que me fue revelada en esta servidumbre forzada: "soy insignificante". Un lacayo. Quizás un aprendiz, aunque no de su arte, ciertamente, porque se me escapa...

Un iniciado... sí, esa es la palabra que busco. Iniciado en sus secretos: los suyos, los de su familia y los de su sombra. Ahora también míos. Ahora también nuestros.

Tengo mucho que contar, aunque no sé bien por dónde empezar. Quizás solo pueda aclarar algo menor por ahora. Algo que, de seguro, ya sospechan. Mi tiuque, ese que me seguía a todas partes y que nos jugó una mala broma a Sergio y a mí el año pasado, era él. Perdonen, no estoy siendo del todo preciso. Eran él y su sombra.

Aun ahora mi mente, imposibilitada de darle forma a aquella inmaterialidad eterna, la imagina como una esencia oscura de muerte, capaz de asumir infinitas apariencias y cuyo único deleite es nuestra desesperación.

Si algo me ha sido revelado en este tiempo es esto: no hay escape posible.
Protéjanse... porque estamos a su merced.
Teman... porque solo somos un puñado de ovejas para su altar.